jueves, 22 de octubre de 2009

Palabras, papeles y gatos

Los adjetivos para un gato van desde independiente pasando por holgazán, anarquista, perezoso, elegante, enigmático, solitario y terminando con una envidiable cualidad: libre.
Para un escritor suscitan otros caracteres como ser inspiración o estímulo. Actualmente, la relación con los gatos llegó a un punto en el que hay quiénes entienden que para ser un literario “conocido” deben empezar por correr a la veterinaria más cercana y comprarse un felino. Pero no. La reciprocidad de valiosos ensayistas con la especie sagaz y nunca domesticada es única en cada caso y va más allá.
“Un escritor sin gato es como un ciego sin lazarillo” llegó a afirmar Osvaldo Soriano (1943-1997), quién también confesó que “viví con una chica alérgica a los gatos y al poco tiempo nos separamos”. El autor de “No habrá más penas ni olvido” reveló que un gato negro le había proporcionado la solución para “Triste, solitario y final”, su primera novela –publicada en 1973- que fue traducida a doce idiomas. Con Pulqui en su infancia, Veni en el destierro, Peteco en tiempos de “Y a sus plantas rendido un león”, Virgula con su hijo; "El Gordo" siempre rodeado de gatos.

En los años de dictadura compartió el exilio con Julio Cortázar (1914-1984), otro amante de los pícaros. El creador de “Rayuela” tuvo a Teodoro W. Adorno –llamado así por el filósofo alemán- que aparece en muchas de sus obras como en la antes mencionada, en “Último round” específicamente en “La entrada en religión de Teodoro W. Adorno” y en “Orientación de los gatos” en “Queremos tanto a Glenda”, entre otros. Así como también tuvo de acompañante a Franelle, franela en francés. En “Orientación…” expone su amor a una gata llamada Alana a la que “observo pero sin espiarla; la sigo pero sin desconfiar; amo a una maravillosa estatua mutilada; un texto no terminado, un fragmento de cielo inscrito en la ventana de la vida”.

Hay incontables adoradores de los gatos como Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Edgar Alan Poe, Ernest Hemingway, etc… Quizá muchos de estos escritores apasionados por estos "mininos tigres de salón" -Oda al gato de Neruda- o "dueños de ámbitos cerrados como un sueño" -A un gato de Borges, hayan visto reflejadas sus cualidades en ese par de ojos nobles a la luz y misteriosos al hombre.

Mayra Yampa

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